El cuerpo no se reduce al organismo, sino que debe ser pensado como una producción única en una determinada cultura, y que produce manifestaciones. Calmels (2003) señala que a la Psicomotricidad no sólo le interesa el cuerpo y sus manifestaciones, sino también sus alteraciones, y además nombra como manifestaciones corporales a la actitud postural, gestualidad y praxias.

La inserción en el ámbito clínico y terapéutico apunta a habilitar, con distinta modalidad la vivencia- experiencia, propiciando el encuentro e interacción entre los cuerpos del paciente y el terapeuta. La clínica consiste en un proceso de indagación, que orienta a transformar la necesidad en una demanda que se relacione al deseo del sujeto y su capacidad de autonomía (Lesbegueris, 2016).

Su espacio específico de intervención en acciones, gestos, experiencias, representaciones y actitudes, que ponen en juego el cuerpo, así como también al sujeto en relación con otro, a su entorno social y material. Calmels (2003) amplía la idea de intervención y dice que de lo que se trata es de brindar un espacio y un tiempo, que permita al niño poner en juego tanto su capacidad de elaboración como resolución de obstáculos. A través del juego corporal y de los diferentes actos en donde se pone el juego el cuerpo, se recupera el placer y el poder del movimiento.